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La bola de fuego olímpica personifica la alegría que se encuentra en el esfuerzo. Esta figura retórica inspiró la creación de este centro comercial integrado a la villa de atletas de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.

Este desarrollo será el principal punto de socialización de la villa olímpica transformada en un condominio residencial de última generación después de la finalización de los Juegos Olímpicos. El énfasis dado a la “bola de fuego” refuerza el legado inmaterial: la convivencia humana.

La fricción entre piedras, desplazamientos dinámicos de aire entre rocas, fue una imagen de referencia importante en la creación de este proyecto: un centro comercial regional ubicado en una cantera en desuso.

La recalificación urbana y ambiental es el mayor legado de este proyecto para la ciudad de Nova Iguaçu, una populosa ciudad ubicada en la periferia de Río de Janeiro.

Las plantas acuáticas flotantes realizan la transposición entre tres elementos de la naturaleza: tierra, agua y aire. Este movimiento sofisticado se trasladó a las formas de este centro comercial de moda.

Las restricciones legales determinaron el aspecto plano de este proyecto, un desafío transformado en su mayor diferenciador: la integración del lago con la arquitectura en todas las escalas, incluida la delicada escala de una pequeña planta acuática.

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La Fiesta de la Cosecha Matsuri, un antiguo ritual de acción de gracias por los buenos resultados de la plantación, fue una interconexión arquitectónica y comunitaria entre el nuevo centro comercial y el antiguo galpón agrícola histórico de la cooperativa de inmigrantes japoneses.

Las restricciones legales relacionadas con la preservación del galpón histórico y la carpa roja, obsequio del Emperador de Japón durante una visita oficial a esta cooperativa, hacen de este proyecto una referencia icónica para la inmigración japonesa a Brasil.